Esquina de la c/Manuel Fdez. Juncos con c/Manuel Caso de la Villa

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Hasta hace bien poco, los hombres gozaban de privilegios familiares incluso en la educación. Los hijos varones eran los elegidos para estudiar, tuvieran o no predisposición para ello, mientras que las hijas aunque sintieran esa inquietud tenían que renunciar, porque el destino de toda mujer hasta hace pocas décadas era contraer matrimonio. Así se preparaban desde niñas aprendiendo a coser y bordar para el ajuar y una vez casadas poder zurcir y confeccionar la ropa de toda la familia.

Éste iba a ser uno de sus quehaceres diarios después de una dura jornada trabajando en el campo y en casa. Durante la noche bajo una tenue luz remendaban las prendas de trabajo, cosían la ropa de los domingos para toda la familia y zurcían los calcetines ayudadas con un huevo de madera.

Era habitual aprender a coser desde niñas con alguna de las modistas de la villa de Ribadesella. Entre esas modistas destacaron Maruja "la Asturiana", nombre que le venía de la pensión que su madre regentaba. Contaba con un taller de bordado con 20 máquinas y allí aprendieron un sinfín de chicas de la comarca. Otra de las maestras de la aguja fue Marina Prieto, quien enseñó a varias generaciones riosellanas.

 Así comenzaban a realizar encargos para las vecinas y ganar las primeras "perrinas": realizando trajes de hombre, trajes de novia que durante décadas fueron oscuros y de chaqueta y falda o ropa de domingo, día destinado a estrenar prendas nuevas.

Las hojas del periódico eran un buen material sobre el que dibujar los patrones con tiza azul. En casi todos los pueblos había una vecina más diestra que cosía por encargo para las demás algún traje para un día especial o bien se encargaba a las modistas de Ribadesella.

Con la emigración hacia América en los años 50, muchas de las riosellanas aprovecharon los conocimientos adquiridos en su lugar de origen para establecerse como modistas y labrarse un buen futuro en aquellos países.

Las modistas vistieron a varias generaciones con los géneros que compraban en comercios como "La Moda" último que cerró sus puertas en Ribadesella o incluso accedían a telas procedentes de ultramar, gracias a la emigración a América. Aunque lo habitual era que las vecinas las compraran para después llevarlas a la modista a cortar.

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