Antigua fábrica de conservas

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A lo largo de los siglos el salazón fue una actividad habitual en Ribadesella. Es a principios del siglo XX cuando surge la moderna industria salazonera en el concejo. Las primeras factorías se instalan en el Arenal de Santa Marina, por los malos olores que despedían las fábricas. Sin embargo, con la incipiente apertura de la estación balnearia, en 1912, se implantan en la otra orilla del río Sella. A partir de esos años tuvo gran importancia la industria conservera y salazonera riosellana.

En los años 30 se pagaba a las descabezadoras de 1.50 a 2 pesetas diarias (0.012 euros) y las especialistas: sobadoras, cortadoras, abridoras... de 2.50 a 3 pesetas (0.018 euros).

La guerra civil arrasó con todo el utillaje de las fábricas y en años posteriores se produjo una gran demanda de productos alimenticios durante la posguerra y la II Guerra Mundial. Es la época dorada de las fábricas de conserva en Ribadesella, a pesar de la escasa materia prima industrial: alambre, hojalata, aceite...

En los años 40 llegó a haber 16 fábricas de salazón y conserveras.

Las trabajadoras eran en su mayoría mujeres: 30 fijas y hasta 300 eventuales. Provenían de la villa y las aldeas riosellanas. Comenzaban a trabajar siendo aún guajas: "tenían que ponemi un taburete pa alcanzar a la mesa", todavía recuerdan.

Las jornadas laborales eran muy largas y extenuantes en la temporada de las costeras de bonito, chicharru, bocarte... a pesar de ello, conservaban la alegría que les daba su juventud. "Trabayábamos en una jornada normal ocho hores, pero cuando venían los camiones con el pescau, teníamos que bajar les cajes, que pesaben treinta kilos y meteles dentro de la fábrica, entonces igual estábamos dieciséis hores que tou el día y toa la noche. Y contentes y cantando porque teníamos trabayu."

Cantaban habaneras mientras trabajaban para amenizar la tarea.

Trabajaban a turnos, ya que los horarios eran de día o de noche, dependiendo de la hora de entrada del pescado a las fábricas. A veces el agotamiento era más fuerte de lo que podían soportar y las duras condiciones laborales se reflejaban físicamente con secuelas en las manos. "Nos criaban los dedos de descabezar chicharru durante hores, con la salmuera, que era pura sal y vinagre, así que nos refrescábamos les manes, que rezumaben pus, apoyándoles en la piedra fresca de les fachades de les cases".

Pero no todo es tristeza, las fiestas con verbena, las ganas de bailar y la juventud podían con todo. "Apenas tenía alpargates pa to los días de la semana, de unos zapatos que había tenidu quedaba-y por un lau la parte de arriba y por otru la suela suelta. Como no tenía ni aguja ni hilu a mano, amarré les dos partes con un xuncu. ¡Pues, bailé toa la noche!."

La situación de las trabajadoras era bastante deficiente y muy pocas cotizaban a la Seguridad Social cuando ésta quedó constituida. El salario era muy escaso. En 1969 cuando las trabajadoras fueron despedidas de una de estas fábricas, estaban totalmente desamparadas, no pudiendo cobrar el desempleo por no existir una reglamentación que las protegiera.

Los años 60 supusieron la desaparición de las fábricas, por la fuerte emigración hacia Europa, por la mecanización de las operaciones y el golpe de gracia lo dio la desaparición de la materia prima: el bocarte.

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