Historia

Vista de la Gran Vía

Antes de ser conquistada por Augusto en el año 19 a. C., el río Sella era la frontera natural entre las tribus cántabras y astures, que fueron las últimas de la Península en caer en manos de Roma. En el siglo I a. C. Estrabón menciona el río Saelia, Sella, y escribe que los habitantes de Ribadesella eran los salaenos, un grupo de la subtribu cántabra de los Orgenomescos, y sus poblados eran Octaviolca y Noega, llamado Noega Ucesia por Ptolomeo. Tras la derrota asturcántabra, Ribadesella quedó dentro de la provincia Tarraconense, aunque el Sella siguió siendo frontera, pues quedó como línea de separación entre los "conventus" Asturum y Cluniensis. De la época romana se conservan en el Museo Arqueológico de Asturias dos estelas funerarias antropomorfas halladas en El Forniellu.

La antigua Plaza Nueva

Las primeras escrituras medievales sobre Ribadesella se remontan al año 834, un documento de donación a la iglesia de propiedades en Torre Felgarias (Torre), Calabriezes (Calabrez) y Tezánicos (Tezangos). La villa aún no existía y la población altomedieval residía seguramente en las laderas de la Cuesta y del Cuetu de San Juan. Los documentos de donación a la iglesia abundan algo más en los siglos X, XI y XII, y en ellos se mencionan muchas aldeas, fincas, cotos, molinos, salinas y pesquerías en el Sella. La iglesia, fortalecida, comienza a construir a principios del siglo XIII los templos románicos de San Esteban de Leces, San Salvador de Moru y Santa María de Xuncu. La monarquía castellano-leonesa también quiere fortalecer sus dominios y, con la guerra de reconquista ya lejos, va creando núcleos de protección real, dotándolos de fueros, leyes, mercado y gobierno. Aunque la carta-puebla se ha perdido, el concejo de Ribadesella fue creado oficialmente en 1270 por Alfonso X El Sabio, que ordenó reunir los territorios de Melorda y Leduas (Meluerda y Leces) y formar un solo alfoz que abarcara ambas márgenes del Sella, una unidad que se ha mantenido hasta hoy.

Edificio Apolo

En los siglos XIV y XV la nobleza se crece, le disputa los privilegios a la corona y varias familias nobiliarias se hacen con la propiedad de los recursos económicos y de los cargos de gobierno de Ribadesella, hasta que a finales del siglo XV intervienen los Reyes Católicos y desalojan de la villa a los Condes de Luna, dándoles una fuerte suma de dinero y enviándolos fuera de Asturias. Lo mismo hicieron con Llanes, Cangas de Narcea y Tineo, por lo que Ribadesella y estas villas fueron llamadas desde entonces Las Cuatro Sacadas. Los principales recursos medievales tienen relación directa con el puerto, pues son el comercio marítimo, la importación de sal, la pesca del salmón en la ría, la pesca de bajura, la industria salazonera y la caza de la ballena. La industria ballenera tuvo gran importancia sobre todo en la Alta Edad Media, y hubo una factoría en la playa cuyos restos, conocidos como La Casa de las Ballenas, llegaron hasta el siglo XVIII. El topónimo La Atalaya, en la villa, también remite al pasado ballenero. La importación de sal, sujeta a monopolio y concesión real de alfolí, fue también un negocio rentable y codiciado por la nobleza, del que incluso sacaba beneficios la iglesia a través de un impuesto de 28 fanegas por barco descargado.

En 1517 visitó la villa el emperador Carlos I de España (y V de Alemania), que viniendo de Gante desembarcó en Villaviciosa y viajó por tierra hacia Cantabria y Valladolid. Para entrar en la villa dio el séquito un rodeo hasta el vado del Alisal, pues sus caballos se asustaban en la barca pasaje, y en sus dos días de estancia en Ribadesella fue agasajado por el pueblo con una exhibición militar, danzas y toros, según escribe Laurent Vital, cronista del emperador y autor de una magnífica estampa de la vida local de comienzos del siglo XVI. En 1673 los hidalgos de Ribadesella se unieron para comprar al rey los oficios de Justicia y Regimiento, que estaban acaparados por una familia, y desde entonces hasta el siglo XIX el concejo se rigió por un estricto sistema electoral rotatorio entre los tres distritos municipales, LaVilla, Cuesta en Fuera y Llende el Agua.

Inauguración del puente actual

En julio de 1808 se creó el batallón "Ribadesella", con más de 700 soldados, para luchar contra los franceses, aunque éstos lograron ocupar la villa y el puerto en 1810. El río Sella también tuvo en la Guerra de la Independencia un alto valor estratégico, pues el general galo Jean Bonet dominaba Santander y desde allí se adentraba en Asturias o se replegaba hacia Ribadesella, tras la línea del río. Los franceses se acuartelaron en la villa y en Berbes, y mantuvieron en su poder el camino real de la costa para asegurarse las comunicaciones, mientras que las guerrillas españolas tomaron control del interior del concejo, por lo que llegó a haber dos Ayuntamientos paralelos, uno afrancesado en la villa, presidido por José de Ardines, y otro "español" en la parroquia de Moru, en la margen izquierda del Sella, presidido por Francisco Ruisánchez. Debilitadas las tropas francesas por la falta de abastecimientos, ya que la costa estaba bloqueada por las fragatas inglesas que apoyaban a los patriotas asturianos, se retiraron en junio de 1811, tras año y medio de ocupación, muerte e implacables saqueos perpetrados en el concejo por ambos bandos.

Construcción de la carretera a Gijón

Durante las guerras carlistas, Ribadesella fue en 1873 escenario de un enfrentamiento bélico en el puente, entonces de madera, en el que murió el teniente carlista Oró. Como represalia, los carlistas entraron más adelante en la villa y destrozaron el telégrafo y los archivos, asaltaron tiendas y secuestraron al alcalde, que fue liberado después de que el concejo pagara un fuerte rescate. En la guerra civil de 1936, Ribadesella volvió a cobrar un alto valor estratégico, pues las tropas de la República se parapetaron tras el Sella para intentar contener a las tropas franquistas, que avanzaban por el norte tras tomar Bilbao y Santander. Rotas las líneas en septiembre de 1937 tras la batalla del Mazucu, los milicianos dinamitaron el puente de hierro para proteger su retirada hacia Gijón, el último reducto republicano del frente norte.